Saber que los domingos podrían ser mejores, siempre nos pillará por sorpresa. Los médicos traen malas noticias, joder, podrían explicárselo a la portuguesa roba-besos antes de echar a correr, que no me deje sola, que no lo haga otra vez. Tampoco sé si merecerá la pena santiguarse a cada rato, ni si calmarán los abrazos. Puede que bombardearte con miradas no haya bastado para que entiendas que sigo dándole vueltas a eso de reinventarte una vida, donde se pare el tiempo cada vez que sonrías y demás. A ver quién me explica qué puedo hacer con la prisa, si siempre que me pongo a esperarte, te vas. Es como arrastrar la puta sensación de que en el momento menos pensado cambiará algo y que te coma los nervios el no saber el qué. Quizá Sofía tenga la clave y me descubra viajes a modo de vía de escape, además de Plutón. Que lo de abrazarte mientras duermes lo llevo peor, sé que conoces el desorden que provocas a pesar de la endereza. Incluso hasta la pataleta de cuando hace frío y no me abrigan ni un poquito tus manos. Que me encanta que me llames "niña" y me rescates las ganas arañándome la espalda, y que nos sobren tantos veranos como para comernos de un mordisco el puto show que son las noches dándote guerra en la entrepierna y plantarte (de nuevo) la revolución, en un ataque de amor de ésos con sabor a ron y limón de cuando nos faltaba el aire y nos comíamos hasta la risa.
1 comentario:
Sofía no encunetra por ninguna parte su manual de escapista. Habrá que inventarse lugares sin nombre en planetas sin gravedad (seguro que en la vía láctea hay mil rincones esperando que los descubras).
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