No conozco a Natalia, pero es complicado no pensar en ella cuando una sabe que es rubia y kilométrica como el horizonte que separa mar y cielo. Que tiene vista de águila pero mirada de rebosar cariño sin cuentagotas y a borbotones. Que le gustan los días lluviosos y que detesta las flores. Que ha cambiado su caligrafía hijaputiense, por una de piénsame un rato. Que no quiere comprar besos que prefiere mendigarlos.
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