Me siento como Mary Shelley, convirtiendo su ingenuidad en el prefacio de un antidestino. Puede que después de un par de viajes, no me salven mis excesos. El odio atrae al odio, me escribiste en el pecho y preferí ser vagina dentata, temblando de cama en cama, antes de echar a correr. Son señales de lucidez atrofiada, abrazar a un púgil aumenta tu taquicardia, todo está del revés. De diciembre lo que menos me importa es el frío, si me sonríes y apareces otra vez.
2 comentarios:
Te vuelvo a reencontrar y me hallo este poema sobre Frankenstein y Mary Shelley (la historia de horror más famosa y genial de la historia del género) que se retuercen en esta sucesión de imágenes aparentemente inconexas salvo por el enlace poético que establecemos como lectores ingenuos como Mary Shelley. Da igual. Hoy el premio es para Nicanor.
Señales de lucidez atrofiada... je, je. ¿Y qué pasa cuando quieres que no te importe el frío pero se cuela por cada rendija de piel?
Te guardo un hueco, lo tengo ahí. Te daré una de estas señales de lucidez atrofiada.
Besín! :)
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