Lo peor de la intemperie es ver como te retuerces por otras mujeres. Es reconocer que cualquier intento de acercamiento no será válido, quedará en vano, apagará el fuego. Echará a volar las cenizas y nos devolverá el frío. Quizá ya no importen nada los gritos huecos, todos los mensajes no enviados, los ojos empañados de vacío inmenso. Y será como prolongar un final accidental, con nuestra ya asumida incontinencia verbal, traducida a un baile de miedos, donde el pisotón, a pesar de la buena fe y todos los intentos por no hacernos daño, está asegurado.